Cuento intercultural: Por un mundo mejor

TÍTULO DEL CUENTO: “POR UN MUNDO MEJOR” 

AUTORA: MARTA DÍAZ LEÓN

SEGUNDO ACCÉSIT EN EL CONCURSO DE CUENTOS INTERCULTURALES DE LA DIPUTACIÓN DE ALMERÍA

CATEGORÍA EDUCACIÓN PRIMARIA

 

Hola, soy Marta, tengo 11 años y vivo en Almería. Soy baja, delgada, mi pelo es largo, castaño y muy liso. Mis ojos son de color marrón.

En mi opinión, el mundo es muy injusto, ya que una mañana te levantas en tu casa, tumbado en la cama, calentito y a la mañana siguiente te despiertas en la calle sucio y con mucho frío, tumbado en un banco, porque el banco te ha quitado la casa.

Cuando oímos o pensamos la palabra “pobre“ lo primero que se nos pasa por la cabeza es … ¡ África ! Pues no solo en África hay pobreza, hay en todo el mundo. En España también la hay.

La mayoría de la gente al verla piensa pobrecitos o que pena, pero nunca nos paramos a ayudarla. ¿ Y si  un día fueras tú el que estuviera en la calle ? ¿Te gustaría que te ayudaran ?

Naturalmente, sí, nos gustaría.

Otra cosa es cuando le decimos a nuestra madre o padre “no me gusta la comida” y la tiramos a la basura.

Hay personas que darían lo que fuera por una miga de pan. Muchos niños o adultos comen una vez al día o directamente no comen.

El agua es fundamental, pues hay gente que tiene que beber agua sucia y encima tiene que ir a buscarla a 3 km de su casa.

En nuestro colegio ayudamos dándoles agua, comida, ropa… Pero me temo que no es suficiente. Si toda la gente colaborara el mundo sería mucho mejor.

La historia que os contaré a continuación me la contó mi abuelo, yo se la contaré a mis hijos… Y espero que hagáis lo mismo. Así estaréis ayudando a crear un mundo mejor.

 

Esta historia comienza en una tienda de chuches para niños, no muy grande, un poco sucia y de colores oscuros. Estaba situada en Granada capital. Su dueño era bajo, delgado, tacaño, desagradecido, antipático…

La gente conocía la tienda pero jamás compraban en ella, ya que el hombre era como era.

Todas las mañanas cada vez que abría la puerta de la tienda se encontraba un hombre pobre llamado Luis. Luis era de raza negra, el pelo lo tenía sucio y despeinado y la ropa la llevaba sucísima.

El dueño al verlo lo echaba a escobazos (literalmente). Luis cada vez que le echaba tenía que irse a buscar otro sitio donde refugiarse. Al caer la noche Luis volvía y dormía en el suelo a los pies de la tienda.

Al lado había una tienda de ropa, su dueña era una mujer amable y todas las noches le traía comida y un vaso de agua. El hombre se lo agradecía mucho.

A la mañana siguiente ocurrió lo mismo. Luis ya no podía más estaba cansado, lastimado, infeliz, decepcionado. No comprendía porqué el dueño era así.

Él no tenía la culpa de ser tan pobre, ya que se quedó sin dinero, sin casa y sin todo lo que poseía.

Día, tras día el pobre hombre se iba debilitando. Pero el dueño no entendía que a pesar de cómo lo trataba, Luis seguía viniendo. Ya no sabía qué hacer, había probado de todo, agua sucia, patadas, escobazos…

Pero no era suficiente.

Lo que el dueño no sabía era que el hombre era bueno y amable con él, a pesar, de cómo lo trataba.

Pasaban los días y el hombre se iba debilitando más y más y lo más extraño era que cada día tenía más heridas… ¿Por qué?

Una mañana el dueño se disponía a abrir la puerta pero… ¡el hombre no estaba! No lo comprendía.

Al principio sintió una gran alegría ¡Había conseguido lo que quería! Pero a lo largo del tiempo, empezaba a sentir un gran vacío en su interior.

Luego, lo buscó por todas partes, pero fue inútil. No lo encontraba.

Al regresar a su tienda vio que había restos de sangre en la puerta.

Al final optó por mirar las cámaras de seguridad. Allí buscó las cintas desde el día en que Luis llegó. En ellas divisó que todas las noches Luis protegía la tienda de los gamberros que intentaban grafitearla. De los atracadores, para que no robaran.

Siempre que la defendía se metía en cinco o seis peleas. Y salía muy débil y herido. También se fijó en la parte donde le echaba a escobazos, patadas…

Estaba avergonzado, después de ver aquella cinta se dispuso a buscar la de la última noche en que lo vio por última vez. Cuando la encontró se quedó sin palabras.

Porque una noche, unos moteros vestidos de negro, altos, musculosos y con cascos en la cabeza se disponían a robar la tienda. Pero Luis lo intentó evitar. Daría su vida por salvar la tienda.

Después de horas peleando, cuando ya casi había ganado, uno de los moteros sacó un cuchillo y se lo clavó en la barriga. Luego se llevaron el cuerpo y…

Desaparecieron.

Sé que la historia es un poco triste. Pero la historia no acaba ahí. El hombre arrepentido cerró la tienda y la convirtió en un comedor social.

Esta historia no es real, pero en muchas partes de España, si lo es. Por eso si todos colaboramos podemos formar un mundo mejor.

Espero que la historia os haya animado a ayudar a los demás, porque no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos.

Vamos a crear un mundo mejor.